Wednesday, November 10, 2021

MATERIALES PARA LA HISTORIA DE LA POESÍA PERUANA XXVI: FUNESTA TROVA

 Saludo a Funesta trova (poesía revuelta 1980-2020), de José Gabriel Valdivia, 
celebrando su re-nacimiento


por José Antonio Mazzotti




Parecería que José Gabriel Valdivia está definitivamente condenado a la poesía. Desde su primer libro, Grafía, de 1984, la referencia a la escritura, a la materialidad del quehacer verbal, se hace notar y nos permite intuir a un escritor que a sus escasos 26 años contaba ya con una plena conciencia del oficio.

Los libros que siguieron, Versolínea, del 85, Al filo de la gravedad, del 87, Flor de cactus y otras espinas, del 89, y Postales peruvianas, del 94, aluden también a alguna forma de inscripción, de marca, de incisión. Sin olvidar, por supuesto, que la poesía es asimismo canto y ritmo, lo que se aprecia en títulos como Funesta trova, la primera compilación de su obra hasta el 2003, y ahora, con este libro que, bajo el mismo título (Arequipa: UNSA/Aletheya, 2021), se amplía con la adición de Canto traverso (del 2013) y Nonato (del 2021), completando siete volúmenes como una constelación radiante a lo largo de cuarenta años de poesía édita.

Detengámonos un momento en el título. No es inusual referirse a la poesía como “canto” o “trova”. En efecto, la poesía fue y sigue siendo primordialmente canto, es decir, palabra elevada a un nivel de elaboración artística capaz de deslumbrarnos por su valor estético y a la vez por su capacidad de conmovernos. Nada menos que los grandes poemas homéricos se compusieron como cantos, y el nombre de “lírica” viene, precisamente, del acompañamiento musical.

El poema que da título al libro dice así:


FUNESTA TROVA 

Oh musa deplorable de frías cabezas de oro
Amaru ciega que envenenas raíces en lágrimas de brea 
Aquí me tienes alucinado como una alarma 
Escapando de tus brazos con todos los hímenes rotos 
Y erguido como una promesa para salvar mi alma 
Aquí me tienes trepado sobre las torres
Que aún no son voladas
Con un arma en el sobaco y dispuesto a no-matarte 
Aquí me tienes sedicioso i subversivo 
Creyendo en la vida eterna
Colgando sábilas tras las puertas 
Plantando cruces en los techos 
O llevando flores a los cementerios 
Confundido entre los runas
Y hablando en esperanto 

Esta invocación a la poesía o “musa deplorable” es un llamado de amor y a la vez de espanto. Revela la extrañeza del poeta ante un mundo de “runas” a los que intenta hablar en una lengua que nadie comprende y que sin embargo se quiere universal. 

La poesía sigue siendo canto alado, dictado por una fuerza superior. Pero, ¿por qué una "funesta trova" o un "canto traverso"? ¿Por qué apelar a estos adjetivos como “funesto” y “traverso” que de alguna manera contradicen el carácter sublime del canto? ¿Es “traverso” una transformación de “travieso” o juguetón, de “atravesado” o dislocado, o de “a través”, es decir, que cruza distancias y abarca espacios y mundos diversos? ¿Y lo "funesto" presagia un mal final o revela, más bien, los sonidos milenarios de un mundo más allá de la comprensión humana? 

Los poemas de este libro constituyen en sí mismos pequeños universos con vasos comunicantes, siendo algunos de ellos la constante alusión a poetas de la tradición peruana como Carlos Oquendo de Amat,  Gamaliel Churata, Edgar Guzmán, y latinoamericana, como Jorge Luis Borges,  así como la definición constante de la poesía a través de la poesía misma.



De este sólido esfuerzo hay que resaltar la destreza rítmica y el equilibrado flujo emocional, que logra condensar en la mayoría de los textos un eficaz efecto de conmoción en el lector.

Esta preservación y a la vez prolongación de lo mejor del lenguaje lírico contrasta con la práctica de algunos poetas peruanos anteriores, a los que José Gabriel Valdivia se opone implícitamente. Me refiero al desgastamiento del lenguaje narrativo-conversacional que primó en la década del 70 bajo la ilusión de que la poesía debía ser necesariamente comunicativa y llana, facilitando así el acercamiento del lector no cultivado. La excesiva aplicación de este criterio achatador derivó en el facilismo de algunos poetas de los años velasquistas, a los que los poetas de los años 80 superaron al re-centrar el lenguaje poético en su fuente original como canto. De este modo, José Gabriel Valdivia se situó desde los inicios de su aparición pública como poeta en una tendencia innovadora dentro de la poesía peruana a mediados de la década sangrienta. Naturalmente que la poesía en castellano escrita en esos años en el Perú tiene también muchísimos matices y tendencias diversas, que van desde el neobarroco hasta el hipercultismo dentro de los remanentes de una tradición conversacional. Pero en conjunto, se puede afirmar hoy que la poesía peruana goza de excelente salud en buena medida gracias a los aportes de los poetas que en los 80 batallaron entre la fidelidad al lenguaje de la poesía como ritmo y ruptura y el facilismo de las modas que ya se habían consagrado anteriormente. En ese sentido, ya es hora de situar a José Gabriel Valdivia como una de las voces más ricas de la espléndida generación poética del 80, cuyo protagonismo ha sido acaparado algo egoístamente por la producción limeña.

Comencé diciendo que José Gabriel Valdivia parecería estar definitivamente condenado a la poesía. Sus nombres de pila remiten a dos personajes bíblicos inconfundibles. Por un lado, José, el carpintero, y por otro Gabriel, el arcángel. Si el artesano se encarga de trabajar su materia prima con destreza y dedicación, afrontando los riesgos de las astillas y los clavos erráticos, el arcángel o ser divino, el numen, hace de cada objeto un pequeño reflejo de la intensidad del cielo. Así, materia y alma, oruga y mariposa, fragor y música, tierra y aire constituyen la combinación ideal para la definición de todo verdadero poeta, o de toda “funesta trova”. Celebremos este libro espléndido, que honra una vigorosa tradición de letras peruanas y nos permite respirar, desde el deseo del mar, su música, el aire puro de la poesía. 


Boston, 10 de noviembre del 2021





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