Tuesday, December 22, 2020

MATERIALES PARA LA HISTORIA DE LA POESÍA PERUANA XII: "POETAS Y MACARTISMO" Y "POESÍA Y SOCIEDAD"

Dos textos aparecidos como respuesta a los ataques del suplemento Somos del diario El Comercio el 13 y 20 de setiembre del 2003 al libro Poéticas del flujo: migración y violencia verbales en el Perú de los 80, de José Antonio Mazzotti. 


1) POETAS Y MACARTISMO 

(Correo de Salem 322, 29 de setiembre del 2003)

Por Eduardo González Viaña 




En 1607, Francisco de Quevedo emprende un viaje al infierno, y pregunta al demonio si en esas calurosas regiones hay también un lugar para los poetas.

La respuesta es positiva. Cada vate goza de un hermoso salón, con mullidos sillones y una bien enterada biblioteca. Cualquier bebida les está permitida, y ningún placer les está vedado. A través de los amplios ventanales, les llega de rato en rato toda la frescura del paraíso.

Entonces, ¿cuál es el castigo? "Oh", dice Satanás, "se me estaba olvidando. Aquí al lado, hay otra hermosa sala y dentro de ella, un diablo que hace crítica literaria. El castigo del poeta es pasarse la vida eterna escuchando los elogios que hace ese diablo sobre la obra de otro autor".

En el año 2003, la envidia continúa siendo opulento patrimonio de las clases literarias, y un literato poseído por los celos es sin duda muy peligroso. En la revista Somos de El Comercio de Lima, durante todo setiembre del 2003, no ha cesado de aparecer una muestra típica de esos engendros.

Tres poetas han sorprendido a los editores de ese periódico –cuya primera característica ha sido siempre la decencia– y han emprendido campaña contra uno de los latinoamericanos de más renombre en los Estados Unidos, José Antonio Mazzotti, catedrático en Harvard, a quien quisieran ver expulsado de este país, tal vez "taxeando" en Lima o maldiciendo a Vargas Llosa con ellos, roncito en mano, en algún resentido bar de la capital peruana.

Poeta como sus detractores, pero de los buenos, Mazzotti ha pasado por algunas de las universidades más prestigiosas de este lado del  mundo, Cornell, Pittsburgh y Princeton, donde hizo su doctorado, para convertirse en una autoridad en la literatura colonial y uno de los conocedores más acuciosos de la obra del Inca Garcilaso de la Vega. Cualquier buscador del internet ofrecerá centenares de entradas acerca de sus diferentes trabajos.

Invitado por el Congreso de la República del Perú, Mazzotti publicó hace poco Poéticas del flujo, un libro destinado a estudiar la poesía peruana surgida a fines del siglo al compás de la violencia y las grandes migraciones humanas. Se trata de un intento trascendente de comprender la producción artística al compás de los procesos sociales y políticos que la afectan.

Nadie diría que eso es un pecado, pero sí lo es, porque el profesor de Harvard no mencionó en su obra a los tres poetas, de los cuales dos trabajan en Somos y el tercero aparece como entrevistado, y no lo hizo porque las plaquetas de aquellos no son demasiado recordables.

¿Qué vino después?... Aprovechando de un periódico –cuya ética evidentemente no comparten– y en un evidente abuso de confianza por tomar un papel ajeno para expresar sus frustraciones, los poetas –habrá que llamarlos así– emprenden una investigación sobre la vida del académico y descubren que, casi 20 años atrás, para costear sus estudios en la Universidad Católica, laboró unos meses en el suplemento literario del Nuevo diario, que pertenecía a un colectivo de intelectuales y entidades progresistas. Años más tarde, periodistas afines a Sendero echaron a los antiguos dueños, se adueñaron del papel y lo usaron con una razón social diferente.

¿Y que deducen de ello los "poetas"? Soplan a medio mundo que el famoso académico es un terrorista, que debe ser investigado por la policía y echado cuanto antes de su universidad. Se olvidan que hace 4 años Mazzotti reunió en Harvard a centenares de científicos sociales y hombres de empresa interesados en las ilimitadas posibilidades del país andino. El prestigioso nombre de quien convocaba atrajo a muchos. E incluso, ministros del estado peruano acudieron a la cita a la que también fue invitado un representante de la empresa propietaria de El Comercio. ¿Un terrorista tratando de levantar la imagen del Perú en el extranjero…? Hay que ser cacaseno para afirmar eso.

Y además hay que ser infame para acusar a alguien de terrorista en un país donde todavía subsisten leyes draconianas y aberraciones procesales que obligan a un ciudadano acusado falsamente a temer largos años de prisión si no logra demostrar antes su inocencia. En el extranjero no hay nada que temer porque las universidades norteamericanas que asilaron a un judío llamado Einstein tienen predilección por los cerebros que nuestros países desprecian, persiguen o arrinconan.

¿Los nombres de los "poetas"? De ninguna forma. Ejecutaron su infamia para ser famosos, y este artículo será leído en 40 países. No les daremos el gusto. Que sigan siendo famosos en algún alcohólico cafetín de su barrio límense donde van los que tienen perdida la fe.

(Apareció también en edición internacional en el semanario Tiempos del mundo, lunes 6 de octubre del 2003, y en Lima en el diario oficial El Peruano, el lunes 13 de octubre del 2003).


2) Respuesta de José Antonio Mazzotti en el suplemento Identidades del diario oficial El Peruano el 5 de octubre del 2003 a los ataques de Somos. 

Lo turbulentos 80

POESÍA Y SOCIEDAD

Escribe: Dr. José Antonio Mazzotti



Resulta imposible ignorar la globalización como un fenómeno de renovada hegemonía boreal con consecuencias funestas en el llamado Tercer Mundo. A la simultaneidad de la información y el cruce de lenguas, imágenes y ritmos; al flujo simbólico y migratorio con las metrópolis nor-atlánticas, corresponden el empobrecimiento, el desmantelamiento de los estados-nacionales y, paradójicamente, la radicalización de sus métodos represivos.
Mirando con la distancia de los años, la vuelta a la democracia formal (y neoliberal) en 1980 y el inicio de la lucha armada de Sendero Luminoso marcaron para siempre a los jóvenes peruanos que surgían a la vida civil alrededor de ese momento. Por eso, dos de los fenómenos traumáticos que se vivieron entonces fueron la violencia generalizada desde ambos bandos, como explica la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, y la masiva migración interna y externa, es decir, el millón de desplazados del campo a la ciudad y el cerca de millón y medio de peruanos exiliados en el extranjero.

Ese desolador panorama alimentó una subjetividad desconfiada, hasta a veces angustiada, inconforme con el orden cultural que sustentaba y era sustentado por un sistema que se venía abajo y no ofrecía a los jóvenes intelectuales de entonces perspectivas laborales ni vitales claras.

En mi reciente estudio Poéticas del flujo: migración y violencia verbales en el Perú de los 80, investigo y reflexiono sobre esta dialéctica compleja y sus efectos en la reciente poesía peruana. Allí trazo el primer ordenamiento comprehensivo de la producción surgida en los 80, y me centro en las cuatro vertientes que considero más importantes. Si bien no me interesa entrar en una definición rígida del concepto de "generación", señalo que algunos de los factores que sirven para una clasificación inicial consisten en la relativa homogeneidad de edades y experiencias, en la aparición impresa, y en la ubicación dentro de iniciativas intelectuales novedosas, cónsonas con los primeros años de la década sangrienta. En tal sentido, resultaría improcedente incluir en el grupo del 80 autores como Mario Montalbetti, Edgar O'hara, Luis Alberto Castillo, José Morales Saravia o Enrique Sánchez Hernani, que desde varios años antes habían aparecido en las revistas Nubetonta y Tallo de Habas  (de la Católica) y Textos (de San Marcos) ambas de 1973-74. Como también sería ignorante incluir en el 80 a una importante voz como Carmen Ollé, que se formó en diálogo con (y militancia en) Hora Zero, grupo representativo de un sector de la llamada "generación" del 70. Si se trata de esto, cabría clasificar más bien como antecedentes  directos del 80 a Montalbetti o a Carlos López Degregori, quien estuvo en La Sagrada Familia (1977-79), lo mismo que Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz-Rosas, que sí dieron el salto hacia un grupo incuestionablemente ochentista, por lenguaje y por fechas, como el Movimiento Kloaka (1982-1984). 

No pretendo repetir punto por punto los argumentos de mi libro, a pesar de que algunos periodistas lo han distorsionado hasta un exceso de lecto-escritura disfuncional tristemente detectivesca. Sin embargo, conviene apuntar lo que sí estudio y el peso que le doy a cada una de las cuatro vertientes mencionadas, con miras a que el público no se deje sorprender y se produzca, Deo volente, un genuino debate intelectual.

En Poéticas del flujo, analizo primero la producción en quechua más acá de las composiciones tradicionales, como el wayñu, el haylli y el harawi, es decir, la poesía quechua escrita en verso libre y con intenciones de una modernidad literaria equiparable a la del circuito dominante o de la poesía "culta" en español. En el primer capítulo, pues, trazo las distancias entre la poesía de José María Arguedas y la de varios autores quechuaescribientes aparecidos en los 80, como Eduardo Ninamango Mallqui, que acusa el deterioro del yo migrante y la inviabilidad de la utopía arguediana en el contexto de un campo sembrado, no de papas, sino de minas y cráneos. En el segundo capítulo me acerco a la obra de seis poetas mujeres, fijando los alcances de su aporte al lenguaje poético peruano y revelando el montaje veladamente sexista que un sector caballeroso del periodismo local ensayó para exaltar a escritoras que no siempre destacaban por su originalidad más allá de la audacia temática, aunque no desmerezco el talento de varias de ellas. En el tercer capítulo analizo la obra de Eduardo Chirinos y Raúl Mendizábal, dos poetas que renuevan originalmente el lenguaje narrativo-conversacional instaurado en el canon oficial desde la llamada "generación del 60". Y en el último capítulo del libro me dedico a presentar y examinar la obra de Domingo de Ramos y Róger Santivánez, dos destacados miembros del Movimiento Kloaka, una agrupación de poetas anarquistas y libertarios cuyo mejor aporte fue la disolución del lenguaje narrativo-coloquial dentro de estilos que fraccionaban el discurso en todos los niveles de composición (fonéticos, morfológicos, sintácticos, etc.). Tan sencillo esquema se remata con una reflexión sobre el devenir de la poesía peruana del circuito "culto" en la era de la nueva globalización, con los consiguientes flujos de lenguaje y de formato que aporta la simultaneidad de la multiinformación mediática y los viajes reales o imaginarios de cientos de miles de jóvenes peruanos en busca de mejores horizontes.

Como se ve, se trata de una clasificación que deja afuera a muchos autores (valiosos algunos y de los otros los más), pero ésa es precisamente la función de la crítica literaria, más aún si se da dentro del género de la "crítica parcial" que defendían Baudelaire y José Carlos Mariátegui, según se establece en mi libro. El "proceso" de la poesía peruana no puede ser una simple yuxtaposición de nombres sin valoraciones justificadas más allá de la amistad. El término "proceso" tiene también un sentido jurídico, y por lo tanto constituye un testimonio de parte, pero no por eso deja de ser coherente y riguroso, características mínimas de la crítica profesional. El hecho de que no haya considerado a muchos autores coetáneos de los (alrededor de) quince estudiados se debe simplemente a que no encuentro mayor aporte en su producción como para registrar el impacto de la globalización, la violencia política y la migración masiva. En tal sentido, un botón: uno de los muchos poetas olvidables tiene versos como "¿a quién le importan mis cagadas?" (en el libro Sacrificio, de Alonso Ruiz-Rosas). Me pregunto si por el simple hecho de ser contemporáneo de los analizados su lenguaje constituye un aporte fuera del ya trasnochado conversacionalismo imperante desde la década del 60. No bastan, pues, la edad ni las publicaciones sincrónicas para estar imbuido de la nueva subjetividad y la dicción original. 

Se trata principalmente de hacer crítica de poesía y, como sabe cualquier buen conocedor, la poesía es ante todo un hecho del lenguaje. Las anécdotas laborales o personales de los protagonistas sólo importan en la medida en que tengan influencia directa sobre la producción textual. Así, la aglutinación que significó el desenfadado suplemento de contra-cultura AsaltoalCielo en 1986, derivó luego en la experiencia de la editorial artesanal del mismo nombre, donde aparecieron la antología La Última Cena (equivalente de lo que serían Los nuevos para el grupo del 60 y Estos 13 para el 70) y por lo menos veinte títulos más hasta el día de hoy, incluyendo obras de poetas como Jorge Frisancho, Juan de la Fuente, Marcela Robles, Rafael Dávila-Franco, Pedro Granados, Luis Chávez, Fernando Obregón, Tatiana Berger, Doris Bayly, Paolo de Lima, Luis Fernando Chueca, etc., etc., etc., entre otros autores, todos de calidad,  que no necesariamente aparecen en el análisis de Poéticas del flujo, por muy variadas razones.

El Perú ha sido siempre un país muy complicado, pero no por eso menos fascinante. Y las luchas intrageneracionales no son en absoluto novedosas. Ya Pierre Bourdieu había dedicado sabias páginas a describir cómo en el interior de la institucionalidad intelectual hay una permanente disputa por el campo simbólico y un constante reordenamiento de las relaciones de poder. De ahí que las discrepancias deban canalizarse dentro de los límites de la especialidad. Por lo mismo, recordemos que para entrar al parnaso no se necesita ningún otro pase que la calidad textual. Al saltarse esa valla, se convierte el aspirante en un simple convidado de piedra, que termina siendo expulsado por su propia imposibilidad de mantener una altura mínimamente apreciable en la articulación artística (o periodística, en este caso) de sus planteamientos ideológicos. He ahí la fuente de los desesperados intentos de los detractores de Poéticas del flujo para desviar la atención del debate intelectual aprovechando el clima de persecución que ellos mismos —interesadamente— fomentan entre el público. 

Eche el lector de poesía una mirada a mi libro, y verá de qué estamos hablando.

Cambridge, Massachusetts, 29 de setiembre del 2003.


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