Los poetas Fredy Amílcar Roncalla, Odi Gonzales y Ch'aska Anka Ninawaman se presentaron la noche del 16 de diciembre del 2020 en el espacio de "La Huaca es Poesía" en recital que puede verse aquí.
Fredy Amílcar Roncalla, Odi Gonzales y Ch'aska Anka Ninawaman
Reproducimos el texto de presentación de José Antonio Mazzotti leído esa noche.
La migración constante de la poesía quechua escrita ha sido definida en por lo menos dos líneas antecedentes: la cuzqueña, más aristocratizante, representada por el gamonal Andrés Alencastre, que solía firmar como Killku Warak’a; y la arguediana, iniciada por el autor de Los ríos profundos desde sus primeras publicaciones de poesía en 1962.
Esta línea, según el especialista Julio Noriega, a quien tuvimos el gusto de escuchar hace unas semanas acá, en "La Huaca es Poesía", ha sido “continuada por tres poetas nuevos: Dida Aguirre, Eduardo Ninamango e Isaac Huamán Manrique” (Noriega, Poesía quechua 30). En todos ellos un tema recurrente es el del viaje en sus distintas dimensiones. El viaje, así, se presenta como el correlato de un tránsito de la subjetividad, que deriva no ya en el triunfo avasallador del migrante sobre la estólida modernidad periférica de la capital, sino en un resquebrajamiento múltiple y desencantado, sin visos de esperanza alguna ante la ferocidad de la discriminación social.
La poesía quechua actual desarrolla también uno de los tópicos más frecuentes, el de la “soledad cósmica”, que en la definición de José María Arguedas se relaciona con el referente inmediato de la partida de un ser amado y la pérdida de conexión con la naturaleza. Es el caso, por ejemplo, de Dora Caballero Hurtado, poeta emigrada al estado de Nueva Jersey, o de Jacinto Ccallo Quispe, o de Gloria Cáceres, o los más recientes Lili Flores Palomino, Flor Alarista, Irma Álvarez Ccoscco, Fredy Roncalla, Odi Gonzales y Ch’aska Anka Ninawaman. A ellos se suman los más jóvenes como Shila Alvarado (Lima, 1987), Jorge Vargas Prado (Perú, 1987), Edison Percy Borda Huyhua (Cusco, 1994), Dominga Taipe Quispe (Huancavelica, 1998) y varios más.
Según el crítico Juan Zevallos Aguilar, nuestros tres invitados de hoy, Fredy Roncalla, Odi Gonzales y Ch’aska Anka Ninawaman, se alejan tanto de la utopía andina como de la utopía neoliberal, proponiendo a través de su propia experiencia transnacional nuevas formas de identidad andina, que no están reñidas con la modernidad.
Nos dice Juan Zevallos que “el distanciamiento de los poetas quechuas de las dos utopías [la andina y la neoliberal] se debe a un nuevo lugar de enunciación que paradójicamente fue creado por la implementación de las políticas neoliberales. Los programas de ajuste económico y mercado libre provocaron el desempleo, pobreza, epidemias, analfabetismo a partir de 1975 con el gobierno de Francisco Morales Bermúdez”. También se dio “una guerra interna a partir de 1980 que desangró al país. Frente a esta situación, la emigración se constituyó como una salida a la crisis".
Del mismo modo, continúa Zevallos, "el multiculturalismo del neoliberalismo a nivel mundial hace posible la emergencia de una nueva poesía quechua. El activismo y gestión cultural quechua de Fredy Roncalla, Odi Gonzales y Chaska Anka Ninawaman se ubican en este nuevo contexto neoliberal que es descrito por la antropóloga María Elena García de esta manera:
Los activistas [en el siglo XXI] han empezado a señalar la emergencia de lo que ellos llaman ‘literatura quechua transnacional’. Subrayan el prestigio internacional y la difusión de su lengua. A la vez, remarcan el incremento del número de intelectuales en los Estados Unidos que se autodefinen como indígenas, andinos o quechuas que han empezado a escribir autoetnografías (Serafín Coronel-Molina) y a desarrollar y examinar conceptos tales como ‘archipiélagos andinos’ (como el propio Zevallos 2002) y poesía andina postmoderna (como Fredy Roncalla 1998)" (García 2005, 147).
Nuestro primer poeta de hoy es Fredy Amílcar Roncalla Fernández. Nació en Chalhuanca, Apurímac, en 1953. Es artesano, traductor y escritor independiente y vive desde hace décadas en el área de Nueva York. Ha publicado poesía, prosa y ensayo sobre temas relacionados a poéticas indígenas y originarias tanto en quechua, español e inglés. Dirige la revista virtual https://hawansuyo.com/. Entre sus libros se cuentan Mayum Kani / El Rio de Javier Heraud versión en quechua (1977), Canto de pájaro o invocación a la palabra (1984), Escritos mitimaes: hacia una poética andina postmoderna (1998), Hawansuyo Ukun Words (2016), Revelación en la senda del Manzanar: homenaje a Juan Ramirez Ruiz (2017), Huambar poetastro acacautinaja. Juan José Flores, en edición facsimilar (2019) y Muyurina y el presente profundo: poéticas andinas y amazónicas (2020).
Nuestro segundo poeta es Odi Gonzales, nacido en el Cuzco en 1962, quien además es traductor, estudioso de la tradición oral quechua y profesor universitario en Perú y Estados Unidos. Mereció el Premio Nacional de Poesía César Vallejo 1992 y el Premio de Poesía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima. Ha publicado los libros de poesía Juego de niños (1989), Valle Sagrado (1993), Almas en pena (1998), Tunupa/El libro de las sirenas (2002), La escuela de Cusco (2005), Valle sagrado/Almas en pena (2008, 2da. edición), Avenida sol/Greenwich Village (2009), Ciudad [c]oral (2017). Asimismo, tiene los libros de investigación El condenado o alma en pena en la tradición oral andina (1995), Taki parwa: 22 poemas quechuas de Kilku Warak’a (2000), Elegía Apu Inka Atawallpaman. Primer documento de la resistencia Inka (siglo XVI) (2014), Walaycho Qorilazo. Memoria oral quechua en los Andes (2017); Quechua, Spanish, English Dictionary (2018). Traducido al inglés por la poeta norteamericana Lynn Levin, su libro de poesía La Escuela de Cusco/Birds on the kiswar tree fue publicado en Nueva York (2Leaf Press, 2014). Desde el año 2008 es profesor de Lengua y Cultura Quechua y de Antropología Lingüística Andina, en New York University.
Por último, o como se suele decir, last but not least, tenemos a Ch’aska Anka Ninawaman, también del Cuzco, que ha publicado los poemarios en quechua-español Tikachumpicha (2012), Ch’askaschay (2014); y el poemario en quechua altoandino K’ana Taqi mama (2015). También tiene varios libros de cuentos basados en la tradición oral, en versión trilingüe quechua-francés-español: Viejito pero bien mañoso (2017), Pájaros enamorados y galantes (el 2019), Les mumurmures Ch’askascha (su tercer libro trilingüe).
Se define a sí misma a través de canto y la poesía, en estas palabras:
“Soy mujer quechua de la nación k’ana […] La noche en que nací irrumpieron en la choza tres Eminencias: tata Qurupuna, el nevado más poderoso de mi región, la abuela Hap’achi, potencia de los tejidos y el tutelar de mi pueblo, Apu Torre Waychu, poeta y cantor. Sacudieron sus alas de cóndor y me infundieron sus potencias en la laguna-occipital de mi cabecita. Tata me concedió su llave de cuentero; la abuela, la illa-resplandeciente de los hilos y el poeta-cantor encantó mis cuerdas vocales con una antarita. Cuando la ceremonia había terminado apareció la dueña del sabor, la tía abuela Añas-zorrino, que me entregó su olla de barro. Desde entonces los cuatro soplos me habitan y me atrapan.
Mi padre fue un coca-camayuq, el encargado de repartir las hojas de coca en las ceremonias rituales en honor a sus Eminencias. Yo y mis hermanos siempre le acompañábamos, y así fui impregnándome de las historias que se contaban por aquellos lares sobre los dueños y las dueñas de las cascadas, manantiales, quebradas y cerros. De vuelta de aquellos viajes, mi bultito de cuentos estaba rebosante; mi madre, una experta tejedora-cuentera y ahora dibujante y escritora, me ayudaba a rehilarlos a la luz de la luna, “Imallayki-hayk’allayki / desgrana tus cuentitos”, me decía.
Un día “¡raqaq!”, reventaron las balas en mi territorio, la guerra por nuestra tierra había empezado. Los manantiales, los cerros y las quebradas habían sido cedidos por el Estado a las compañías mineras. “Eres el ojo del agua que busca su propio cauce”, me dije antes de abandonar mi tierra a los siete años.
“Chola ignorante, patas de cóndor”, insultos como este por parte de mis patrones, me llevaron a trazar un nuevo camino y me hice un juramento: “Aprenderé a leer y escribir”. Desde entonces, cantando y soñando, fui asimilando la lectura y la escritura. Y dado el momento señalado empecé a defender mi tierra atreves de mis palabras y poemas, revindico la madre agua y las cascadas, los nevados y las aves, los vegetales y la madre coca.
Volando y volando me hice licenciada en Lenguaje y Literatura, Volando y volando obtuve un master de Antropología, volando y volando logré un doctorado en Ciencias Sociales.
Pero en verdad, los soplos que me atrapan son mis cantos y mis poemas, mis manos de tejedora también urden y dibujan”.
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