1922 y las tres vanguardias latinoamericanas: Trilce, El soldado desconocido y la Semana de Arte Moderno de São Paulo
Por José Antonio Mazzotti
Carátula de la edición princeps de Trilce (1922)
Mucho se viene hablando del centenario de Trilce, el segundo poemario de César Vallejo, aparecido en las prensas de los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría de Lima en octubre de 1922. Y no es para menos, pues se trata de uno de los libros más revolucionarios y trascendentes en la historia de la poesía en español y –habría que decir– mundial.
Por eso mismo, es bueno no perder de vista el contexto latinoamericano para que el centenario de Trilce se vea bien acompañado y no se reduzca a una serie de celebraciones estrictamente peruanas o centradas en el Perú. Igualmente importantes en sus respectivas tradiciones literarias y culturales son El soldado desconocido, poemario del nicaragüense Salomón de la Selva, publicado en México, y la Semana de Arte Moderno de São Paulo, ambos también de 1922. (Buena parte de El soldado desconocido puede encontrarse aquí).
Como es lógico, en el mundo boreal se celebra la aparición del Ulysses de James Joyce y The Waste Land de T. S. Eliot, entre otros importantes acontecimientos del mismo año, soslayando o apenas mencionando los centenarios latinoamericanos. ¿Pero qué tienen en común todos esos libros y eventos? Pues, su pertenencia a la vanguardia como espíritu de cambio y experimentación en el lenguaje, amén de su credo vitalista en favor de la transformación social. Se trata, en todos los casos, de cumbres de sus respectivas tradiciones.
No entraré en detalles sobre la complejidad e importancia de Trilce, nutrido sin duda de algunos elementos de las vanguardias continentales europeas (cierto dadaísmo, fundamentalmente, y algo de ultraísmo), sin negar en absoluto la originalidad radical de Vallejo, pues Trilce no se agota en una mediada y parcial influencia. Sin embargo, por lenguaje y concepción, está más cercano a las vanguardias continentales europeas, como la mayor parte de las vanguardias latinoamericanas, con su cultivo de la metáfora de raigambre absurda, sus rupturas morfológicas y su empleo del espacio como herramienta expresiva, entre otros recursos. En su favor, hay que decir que Trilce ofrece también una poética fundamentalmente personal, que solo se entiende en su totalidad tomando en cuenta el origen peruano y la vida del propio Vallejo.
Pero la renovación vanguardista de 1922 no se detiene ahí. La vanguardia que alimenta El soldado desconocido, de Salomón de la Selva, acusa recibo claro del Imagism anglosajón, ese movimiento que en 1912 fundaron en Inglaterra el joven Ezra Pound, Amy Lowell y Carl Sandburgh, entre otros notables poetas norteamericanos e ingleses.
En uno de sus tempranos manifiestos decían:
“1. Usar el lenguaje del habla común, pero emplear la palabra exacta, no la casi exacta, ni la palabra meramente decorativa.
2. Creemos que la individualidad de un poeta a menudo puede expresarse mejor en verso libre que en formas convencionales. En poesía, una nueva cadencia significa una nueva idea.
3. Libertad absoluta en la elección del tema.
4. Presentar una imagen. No somos una escuela de pintores, pero creemos que la poesía debe plasmar exactamente los detalles y no ocuparse de vagas generalidades, por magníficas y sonoras que sean. Por eso nos oponemos al poeta cósmico, que nos parece eludir las verdaderas dificultades de su arte.
5. Producir una poesía dura y clara, nunca borrosa ni indefinida.
6. Finalmente, la mayoría de nosotros creemos que la concentración es la esencia misma de la poesía”.
Como se ve, el imaginismo anglosajón adelantaba muchas de las características del poemario de Salomón de la Selva, que experimenta con un estilo sumamente directo y a la vez visual, en un lenguaje cotidiano y ajeno a las complejas elaboraciones metafóricas de la vanguardia continental para poetizar los horrores de la Primera Guerra Mundial, que a de la Selva le tocó vivir en carne propia como soldado. Este estilo y concepción de la poesía se conocería después en el mundo hispanohablante como “poesía conversacional”, que recién empezó a adquirir vigencia a partir de la antipoesía de Nicanor Parra y el exteriorismo de Ernesto Cardenal en la década de 1950. José Emilio Pacheco dilucidó muy bien este tema en un clásico artículo de 1979 titulado “Nota sobre la otra vanguardia”, en que también le da crédito al mexicano Salvador Novo y al dominicano Pedro Henríquez Ureña, que difundió sus traducciones de poesía norteamericana en antologías y revistas en español en los años 1930. (Sin embargo, Pacheco no consignó al peruano Enrique Bustamante y Ballivián, que en 1927 ya había publicado su libro Antipoemas, como mencioné en una nota en este mismo blog).
Incluso ya bien avanzado el conversacionalismo en el siglo XX, Ernesto Cardenal decía en “Unas reglas para escribir poesía” que “la poesía más que a base de ideas, debe ser a base de cosas que entran por los sentidos” y que “hay que escribir como se habla… con la naturalidad y llaneza del lenguaje hablado, no del lenguaje escrito”. (Las “Reglas” fueron publicadas en el diario Barricada, Managua, el 10 de marzo de 1980).
En suma, buena parte de la “otra vanguardia” latinoamericana de estirpe anglosajona procede de El soldado desconocido, ese libro seminal de Salomón de la Selva, también de 1922, como Trilce.
Por último, debo referirme a la Semana de Arte Moderno de 1922, realizada del 13 al 17 de febrero en el Teatro Municipal de la ciudad de São Paulo, Brasil. Hubo exposiciones de arte con cerca de cien obras de pintura, arquitectura y escultura, además de lecturas de poesía, conferencias y recitales de música, en un estilo que desestabilizó el gusto burgués de la época.
La Semana de Arte Moderno impulsó la renovación artística y literaria brasileña, pues buscaba una mirada nacional al cosmopolitismo de las vanguardias europeas. Allí estuvieron los que serían grandes escritores como Oswald de Andrade (quien lideraría el Movimiento Antropofágico desde 1928) y Mário de Andrade, así como músicos de la talla de Heitor Villa-Lobos.
Celebremos, pues, el centenario de Trilce, sin olvidar las otras grandes renovaciones del arte y la literatura latinoamericana ocurridas ese mismo año glorioso de 1922.
(N. B.: Nos recuerda el poeta Chrystian Zegarra que en 1922 también se publican Los gemidos de Pablo de Rokha, los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio Girondo, Andamios interiores y Poemas radiográficos de Manuel Maples Arce y, ya no en clave vanguardista, sino modernista, Desolación de Gabriela Mistral y Raíz salvaje de Juana de Ibarbourou. Añadamos a todos ellos los Polirritmos del vanguardista peruano radicado en Uruguay Juan Parra del Riego, de un innegable virtuosismo en el manejo del verso y su sonoridad. Sin embargo, por su trascendencia en la poesía del siglo XX, Trilce, El soldado desconocido y la Semana de Arte de São Paulo continúan destacando).