Spartacus, corazón de fuego, o la coherencia poética de Mary Soto
Prólogo
por José Antonio Mazzotti
Comprometida con la historia, la poesía de Mary Soto expresa desde sus primeros libros (Limpios de tiempo, 1998, y Ayataki de mi quebranto, 2006) el dolor de los oprimidos, de la gente sencilla que lucha contra un orden social deshumanizante, y a la vez la rabia ante la injusticia, devolviendo con ello a la poesía su función primordial, que es lograr el estado de plenitud en un mundo lleno de frustraciones y limitaciones, o lo que los cristianos primitivos llamarían en su momento "el reino de los cielos en la tierra" y el himno de la Internacional Comunista "el paraíso de toda la humanidad"; vale decir, poesía y vida inextricablemente enlazados hacia el mismo fin: la dignidad humana.
Con Spartacus, corazón de fuego Mary Soto amplía su espectro verbal y sus recursos formales para echar mano de una alegoría poderosa: la rebelión de los esclavos. El episodio histórico es ampliamente conocido desde sus fuentes clásicas, principalmente Salustio, Apiano y otros autores, que narran cómo el noble Spartacus, esclavizado en su macedónica tierra de origen por las huestes romanas invasoras, fue obligado por su corpulencia a servir como entretenimiento para los nobles y el pueblo romano en las peleas de gladiadores en diversas arenas.
Hombre amante de su tierra y su libertad, y en defensa de su esposa y su familia, Spartacus no se conforma con ser el bufón matonesco de los ricos y el alienado populacho, que sobrevive a pan y circo. Organiza de manera astuta una revuelta que llega a más de cien mil partidarios y logra poner en jaque la poderosa República Romana por tres años, entre el 73 y el 71 a. C., tras vencer a las legiones en varias ocasiones e incluso cercar Roma. Pero su anhelo final era escapar de la península itálica y huir hacia el norte, hacia la Germania, donde los esclavos podrían vivir libremente sin someterse a los caprichos de un senado déspota y etnocéntrico. Lamentablemente, fue vencido en batalla, pero su ejemplo perduró a lo largo de los siglos como símbolo de amor a la libertad y de desprecio a los poderosos. Así, el SPQR (Senatus Populusque Romanus, o el Senado y el Pueblo Romano, como les gustaba llamarse a pesar de la diferencia entre ellos) prevaleció ante lo que ya en el siglo I a. C. representaba una idea verdaderamente revolucionaria, es decir, la abolición de la esclavitud y la posibilidad de vivir una vida libre en armonía con la naturaleza.
Spartacus o Espartaco, como es más conocido en castellano, ha sido, por ello, motivo de interminables historias, películas y series de televisión. Su hazaña sigue despertando hasta hoy la admiración de todos los públicos en nuestro mundo secularizado. Pero Mary Soto va más allá: la actualiza y la pone en contexto latinoamericano y tercermundista. Spartacus simboliza el anhelo de nuestros pueblos por su liberación de la miseria y la dominación política de clase. Por eso su poder es enorme cada vez que se trata de representar a través de una consagrada tradición de rebeldía los anhelos de los millones y millones de seres humanos explotados de nuestro continente.
Dividido en cuatro secciones, el libro comienza con un apartado propiamente político, basado en una seria investigación de sus fuentes, como se ve al final de cada poema a través de las referencias. "Silarius" es el primer poema del conjunto, que marca el tono al estar dedicado a Espartaco y su última batalla sobre el río que da título al texto. El lenguaje es rítmico y galopante. Las imágenes coloridas. Espartaco resulta ser el primer luchador histórico por la libertad y marca la senda de los héroes que serán descritos en los siguientes poemas.
Así, desfilan el pueblo palestino (tema de tremenda actualidad: "Si asesinan a Palestina / qué de la vida / qué de ti pobre humanidad necia y dolorosa"); las mujeres en las fábricas enlatadoras de espárragos, en un poema que denuncia el lado sórdido del triunfante neoliberalismo peruano; los migrantes latinos a los Estados Unidos y los africanos a Europa ("desesperadas huellas resplandecientes / antorchas encendidas para dar aliento"); el "Apu José María", donde se intertextualiza el himno-canción "A nuestro padre creador Túpac Amaru": "coloridos hemos venido a pintar las calles de esta ciudad de los señores", un homenaje sentido al ejemplo de José María Arguedas y su capacidad de generar nuevas luchas; el héroe sandinista Carlos Fonseca Amador; las milicianas de las guerrillas sandinistas contra el dictador Somoza; los cantores populares y las mujeres cantoras de América Latina; los valientes esclavos cimarrones; los manifestantes contra la dictadura sangrienta de Dina Boluarte; y la poesía misma como vehículo de esa energía vital de quienes buscan un mundo mejor y una democracia realmente palpable.
Este tono épico halla su contraparte en las siguientes tres secciones del libro. "Pequeño universo", la sección 2, explora la infancia de la poeta, su querido terruño canteño, el recuerdo de su padre y su sensible fallecimiento, así como personajes cotidianos como "la niña Avril Angelina Martel Rubina, víctima del COVID-19 en abril del 2020 cuando tenía solo 12 años". También presenta historias de otros niños anónimos que deben luchar día a día para sobrevivir bajo las reglas del capitalismo periférico peruano. Hay una intensa ars poeticae en "Las cosas" y se termina la sección con una vuelta a las batallas a través de la figura de "María Eliana", sobre una amiga y luchadora social muerta en Iquique.
Este variado anecdotario histórico y personal se desarrolla en las secciones 3 y 4, donde alternan poemas más largos sobre el amor, la masacre de los niños en las calles peruanas, el desempleo, la vuelta al campo y la autobiografía, como en "Provinciana", donde la poeta vuelve a asumir su posición de clase, de género y regional, reafirmando su convicción de servir a su pueblo a través de la lucha indesmayable y la denuncia de las injusticias.
Hay algunos pocos versos que no me convencen del todo por provenir de las canteras del discurso político, pero se entienden en el contexto del libro, que busca representar un fresco amplio de las angustias y las esperanzas de los trabajadores, sin abandonar por ello la mirada como mujer que encarna la voz poética. Dicha perspectiva resulta sumamente valiosa en un contexto literario peruano en que muchas poetas se apresuran hoy (en realidad desde hace décadas) por mostrar el corsé en el espejo y en las redes sociales, cosificando su papel dentro del neoliberalismo rampante y contribuyendo con esa forma caricaturizada de feminismo clasemediero al olvido del horror en que aún viven millones de seres humanos.
En el texto inicial del libro, "El telar de la vida", una especie de prólogo o declaración de principios, Mary Soto se pinta de cuerpo entero: "Provincianita. Cuando niña caminaba por las calles de Lima, ciudad que se me hacía demasiado grande y ajena. Sentía el viento en la cara y caminaba con prisa sobre el asfalto flanqueada por sus edificios. Voy a ser una mujer de mundo, me repetía como un mantra. Años después mis pies viajeros y solitarios me han llevado por doquier, pero esa niña migrante lleva como único equipaje su mirada de asombro y su capacidad de conmoverse a cada instante en la ruta incesante hacia el sol". El camino de la poeta, pues, ha sido solitario, pero también solidario, profundamente solidario, con su gente y con su tierra.
Spartacus, corazón de fuego es testimonio de la autenticidad y la coherencia de Mary Soto, luchadora política ella misma desde hace décadas y militante central del Movimiento Kloaka, desde una posición de clase, de género, de etnia, de migrancia y de región como pocas veces se ha podido sostener de manera tan coherente en la historia de la poesía peruana.
Salud a su espíritu libertario.
José Antonio Mazzotti
Enero del 2024
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